Antes de empezar el Acto
Ya habíamos pasado los primeros nervios. Nos habíamos saludado y con cada abrazo retrocedíamos unos cuantos meses hacia atrás. Con cada reencuentro, rejuvenecíamos el alma (los cuerpos, bueno, seguían igual porque eso no podíamos cambiarlo). Pero estábamos todos muy monos, los chicos, digo. Y las chicas tan guapas como estuvieron siempre que en eso nuestra promoción también destacaba.
No había más que mirarnos a las caras para ver lo contentos que estábamos de estar allí. Poco a poco fuimos llenando (sí, sí, llenando) el salón de grados. Allí estábamos casi todos. Y los que no estaban, también tenían un huequito en nuestra memoria.
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